En este libro, ambientado en Los Ángeles, se aprecia la continua presencia de la ciudad en la escritura de Charles Bukowski. A pesar de estar situada en el paraíso californiano, la ciudad se muestra como un lugar infernal. Bukowski adopta una actitud de ermitaño, con lucidez y humor, riéndose de todo y buscando ganar dinero para un trago. Frecuenta personajes urbanos enloquecidos, odia a la humanidad y se dedica a contar historias que le ocurren o se le ocurren.
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